El nuevo culto mariano

A UNA SEMANA de las elecciones ya no hay duda: Mariano Rajoy será presidente del Gobierno. Incluso una masacre como la del 11-M -que, por cierto, Rajoy tiene la obligación moral de investigar o dejar investigar- sólo cambiaría la intención de voto en favor del PP. ¿Más aún? Más. Lo que anunciaba el desplome súbito de la popularidad de ZP se está cumpliendo en la campaña más sosa desde el 77. Entre que Rajoy se niega a combatir y que Rubalcaba, el de la «pelea», no tiene media torta, sólo se discute por cuánto ganará el PP; y eso, en las casas de apuestas, por puro vicio.

Una característica del triunfo cantado en política es el culto al líder que llega o ha llegado. Y el culto a Mariano, aunque haya tardado un poco, ha roto este fin de semana casi con tanta fuerza como el culto a Felipe y a Aznar, los únicos que, en el PSOE y el PP, han vencido por mayoría absoluta y que tuvieron -tienen- el carisma intemporal de líderes de la izquierda y la derecha. Felipe, desde la primera legislatura; Aznar, desde la segunda; Felipe, con un verbo sin ideas; Aznar, con unas ideas que solían transmitirse de forma no verbal. El sevillano tenía el don del atractivo y el de la elocuencia. El madrileño, el de la constancia y el de la supervivencia. Felipe, el de la graciosidad, que lo tuvo. Aznar, el de la porfía, que lo tiene.

Pero ambos fueron lo que fueron después de llegar a La Moncloa. Y hasta que no gobierne, Rajoy no será lo que haya de ser. Sin embargo ya recibe culto mariano, no en el vulgar sentido onomástico sino en el que se rinde a la Señora, a la que puede atemperar la furia del Todopoderoso, conseguir el perdón a los enemigos y ayudar a los caídos.

Es muy católico y, por tanto, muy español el culto a la Virgen, «madre de Dios y madre nuestra, que está en el cielo». En ella se busca la intercesión, la mediación, la piedad. Y eso es lo que se busca en el elogio ritual a la Señora, anteayer de El Pardo, ayer y hoy de La Moncloa. Doña Carmen Polo era distante y Carmen Romero, también: sólo admitía el culto de Anson y sus novelistas. Ana Botella mandó siempre mucho más que Romero, y ha sido reina -zarina, dice Lucía Méndez- con corte devotísima de ministras y consortes de ministros. Pero a todas va a borrarlas Viri, señora de Rajoy, una belleza atlántica, lontana, con algo de madonna «de Murillo y Rafael». Los que quieren algo de Mariano ya han empezado a pedírselo a Viri. Esta semana, procesión.